Por: PADRES E HIJOS / FAMILIA
CÓMO
ENSEÑAR A UN ADOLESCENTE A TENER FUERZA DE VOLUNTAD.
Los jóvenes a menudo confunden la fuerza de la
decisión con el simple deseo o apetencia de algo…
Proponer mucho y hacer poco.
Apenas el joven empieza a cumplir, lo va olvidando y, cuando se quiere dar
cuenta, está como al principio. Esta es una situación muy común durante la
etapa de la adolescencia. En esencia, según explica el psicólogo, pedagogo y
escritor Bernabé Tierno,
el problema radica en que confunden la verdadera voluntad (fuerza de la
decisión) con el simple deseo o apetencia de algo. «Esta tendencia les hace
veleidosos, y les deja a merced de todos los vientos que soplan». Lo corrobora
la psicóloga Marina Martín-Artajo, para quien la voluntad es «la fuerza del
querer, del desear que algo ocurra, algo bueno que te ayude a crecer y
evolucionar. Es un motor interno que sólo se puede poner en marcha desde
dentro hacia afuera... y en la adolescencia se da la circunstancia de que a
veces no se sabe lo que de verdad se quiere».
La realidad es que para los
adolescentes, prosigue la psicóloga y psicoterapeuta Rosario Linares, de El Prado Psicólogos,
«es especialmente difícil renunciar a las satisfacciones inmediatas, y a que
tienden a hacer "lo que les apetece" sin tener presentes las
consecuencias a largo plazo. De ahí la importancia del esfuerzo y enseñarles a
no hacer siempre lo que les apetece, algo que también exige a los padres poner
a fuerza su propia fuerza de voluntad». La buena noticia, concluye esta
especialista, es que la fuerza de voluntad es como un músculo que se puede
entrenar. «Cuanto antes empecemos a trabajar el autocontrol, mejores resultados
obtendremos, porque nunca es tarde para empezar a adoptar este hábito
positivo».
Este
es el camino estos especialistas para educar la voluntad:
—Siendo un ejemplo
para ellos. Si ven que nos controlamos y las consecuencias positivas
que esto tiene en nuestra vida, aprenderán que merece la pena el esfuerzo.
—Transmitiéndoles el
valor del esfuerzo personal. Las personas que
tienen un mayor autocontrol se sienten más satisfechas consigo mismas y son más
felices. Realizar pequeños esfuerzos tiene una gran recompensa.
—Confiar en ellos y en
sus capacidades para lograr lo que se propongan. Es muy difícil hacer
cualquier esfuerzo si uno no confía en sus posibilidades.
—Fomentar la autonomía
y la responsabilidad y no obligándoles a hacer las cosas porque sí o porque
nosotros queremos que las hagan. Las personas que hacen un esfuerzo por una
motivación interna y no externa, como el complacer a otros, son más
perseverantes a la hora de alcanzar una meta.
—Enseñarles a huir de
las decisiones precipitadas. Suelen darse
estas por falta de deliberación, es decir, de reflexión antes de tomarlas.
Cuando se decide precipitadamente, sin saber lo que se quiere o sin haberlo
pensado bien, se impone un momento de recapacitación para corregir las
decisiones tomadas. Para eso sería ideal enseñarles estrategias como dividir la
tarea en pequeñas partes, poner por escrito los objetivos o enfocarse en un
solo objetivo que requiera mucho esfuerzo y no en muchos a la vez.
—Explicarles que no se
deben hacer propósitos que después no se puedan cumplir. «Sé
hombre de palabra». El hombre de voluntad es aquel que cumple lo que ha
prometido.
—Evitar la indecisión propia
de quien hace inacabables sus razonamientos. El individuo que alarga
indefinidamente su deliberación, dando largas a su decisión, manifiesta un
evidente temor a comprometerse.
—Recalcar la
importancia de la repetición de actos, que desemboca en hábitos
operativos, es decir, en virtudes que facilitan el buen obrar. El hombre de
voluntad es aquel que se ha habituado a obrar bien, es el virtuoso. Pero la
voluntad no se refuerza solo mediante la repetición mecánica de a
—Aclarar que la voluntad también necesita
motivos, razones, ideas grandes y nobles por las que valga la pena esforzarse.
Todo sacrificio es pequeño cuando se busca un fin grande. El hombre de voluntad
es un hombre de ideales que sabe sacrificarse por ellos.
—Establecer un plan de
acción en el que especifiques cuándo, cómo, dónde y cuánto tiempo
emplearás en la ejecución de lo que le dices. Sé riguroso y exigente contigo
mismo sin permitirte concesiones.
—Darles la libertad para
encontrar lo que a ellos les motiva, pues la fuerza de voluntad es la hija de
la motivación. En este sentido, un error que muchos padres comenten es
aconsejar a sus hijos qué carrera deben elegir.
—Que sepan buscar la
ayuda de alguien que, en los momentos de flaqueza, te aliente a seguir sin
desfallecer en tus propósitos.
—Incorporar en la vida
diaria actividades que impliquen un esfuerzo como el deporte, el
estudio constante (y no sólo cuando se acerca el examen), ayudar en las tareas
de casa.
—Y por último, ser conscientes de
que algunas veces, habrá que valorar su esfuerzo y no la
consecución de su objetivo. Por ejemplo, premiar el estudio, no el aprobar.