viernes, 6 de octubre de 2023

La adolescencia es una etapa privilegiada: el cerebro se rediseña por completo.

por: JOSÉ ANTONIO MARINA. abc familia

La adolescencia es una etapa privilegiada: el cerebro se rediseña por completo.

La adolescencia puede ser una etapa turbulenta, de crisis inevitable, de irresponsabilidad y conductas de riesgo. O no. Para el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, esta mala prensa de los jóvenes está agravando el fenómeno en lugar de resolverlo. De hecho estos modelos sociales, advierte Marina, se convierten en profecías autocumplidas por el mero hecho de decirlas. «Si repetimos muchas veces que los adolescentes son ineducables y difíciles de tratar, conseguiremos que lo sean», augura.

En su  corriente aboga por tomar la adolescencia como una nueva segunda oportunidad. Para ello se basa en los últimos descubrimientos de la neurociencia, que hablan de que hacia los 13 años se realiza un nuevo y completo rediseño del cerebro. Es una segunda oportunidad de aprendizaje que tenemos que aprovechar para explicar a los adolescentes que tienen que sacarse el carnet de conducir de su nuevo producto, que es el momento de decidir sobre su personalidad.
—¿Cómo se toman esta nueva teoría los jóvenes?
—Cuando se lo explicas bien les produce una gran euforia educativa: les damos la razón de que tienen que tomar las riendas de su vida pero tienen que aprender a conducir. Les interesa mucho cuando les hablas de su cerebro.
—Sin embargo, usted advierte en su libro de que muchos adolescentes piensan a esa edad que ya no pueden cambiar.
—Sí, a esa edad ya han forjado la creencia de que «como soy así ya no puedo cambiar», pero precisamente es el momento en el que pueden cambiar y tienen que hacerlo. Y que pueden aprender a pensar mejor, aprender a sentir mejor, aprender a tomar mejor las decisiones y ser más autónomos y por lo tanto a desarrollar su personalidad. Es el momento de la personalidad.
—¿Cómo pueden ayudar unos padres que también piensan que esta época es difícil?

—Los padres tienen tres grandes recursos: el cariño, la exigencia (tienen que poner limites) y la comunicación, todo ello adaptado a esta edad. No digo que esto último no sea complicado: Necesitan la conexión emocional pero al mismo tiempo la rechazan. Pero una conversación no es someterle a un interrogatorio. La conexión emocional se hace en primer lugar intentando entender al adolescente y tomando en serio sus intereses y preocupaciones, aunque a los adultos les parezcan absurdas. Son las de ellos. También tenemos que trasladar las nuestras.
—¿Dónde cometen los padres el mayor error?
—El problema está en que estamos infantilizando la adolescencia. Así lo afirman la mayor parte de los expertos de este momento. Como tenemos miedo a su irresponsabilidad no les damos responsabilidades y a los niños hay que dárselas. La adolescencia no es una etapa biológica, esa es la pubertad. La adolescencia es una creación cultural estrictamente educativa que sirve para permitir que los niños no entren en el mercado de trabajo y tengan un periodo de aprendizaje más amplio. Pero es un periodo que debe ser más riguroso ya que debe servir de adquisición de responsabilidades, de autonomía... que es lo que pide esa edad. No podemos olvidarlo con el pretexto de que son niños peligrosos. Pueden y deben tomar muchas decisiones.
—Su libro se titula «El talento de los adolescentes». ¿Dónde se busca, cómo se puede fomentar?
—El talento está en la perseverancia. Todos los documentos del departamento de Educación de Estados Unidos y Canadá ponen como destreza la perseverancia y la constancia como «skill» o aptitud central. Y se puede educar en la perseverancia a todos los niveles educativos y más aún en la adolescencia. Si no tienen perseverancia las demás aptitudes no se desarrollan y resultan chicos vulnerables que inmediatamente se desfondan. El esfuerzo es central para el desarrollo educativo, y pretender reducirlo es un problema y un freno para la excelencia.  El esfuerzo es necesario para adquirir excelencia.

—¿Cómo motivar al adolescentes para que mejore?
—La clave está en elogiar el esfuerzo, explicándoselo bien. A partir de la adolescencia podemos hacer poco por ellos, ya son los que deciden si mejorar o no. Si quieren ser mediocres, vulgares, asustados de los demás es su opción, pero hay procedimientos para que no sean nada de eso: pueden entrenarse para la brillantez, la creatividad. En todos las actividades humanas se puede mejorar. Y una vez que una persona siente la experiencia de la mejora es tan agradable que quiere continuar. A los adolescentes tenemos que explicarles cosas que resultan de cajón pero que hay que explicarlas, además, poniéndoles la pelota en su campo.
—¿El talento, se aprende entonces?
—No hay genios, el talento se aprende. No hay talentos innatos, hay capacidades innatas y esas capacidades se desarrollan o no se desarrollan.
Hay que volver a marcar los límites conjuntamente sabiendo que el chico tiene que aprender autonomía con responsabilidades. Si no cumplen las condiciones, no hay excepciones. Sería algo así como que «esto lo habíamos acordado, esto se acabó, y el contrato tiene que cumplirse».
Los grandes trabajos no son hechos por la fuerza, sino por la perseverancia. 
Samuel Johnson.