por: JOSÉ
ANTONIO MARINA. abc familia
La adolescencia es una etapa privilegiada: el
cerebro se rediseña por completo.
La adolescencia puede ser una etapa
turbulenta, de crisis inevitable, de irresponsabilidad y conductas de riesgo. O
no. Para el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, esta mala prensa de los
jóvenes está agravando el fenómeno en lugar de resolverlo. De hecho estos
modelos sociales, advierte Marina, se convierten en profecías autocumplidas por
el mero hecho de decirlas. «Si repetimos muchas veces
que los adolescentes son ineducables y difíciles de tratar, conseguiremos que
lo sean», augura.
En su corriente
aboga por tomar la adolescencia como una nueva segunda oportunidad. Para ello
se basa en los últimos descubrimientos de la neurociencia, que hablan de que
hacia los 13 años se realiza un nuevo y completo rediseño del cerebro. Es una
segunda oportunidad de aprendizaje que tenemos que aprovechar para explicar a
los adolescentes que tienen que sacarse el carnet de conducir de su nuevo
producto, que es el momento de decidir sobre su personalidad.
—¿Cómo se toman esta nueva teoría los jóvenes?
—Cuando se lo explicas bien les produce una gran euforia
educativa: les damos la razón de que tienen que tomar las riendas de su vida
pero tienen que aprender a conducir. Les interesa mucho cuando les hablas de su
cerebro.
—Sin embargo, usted advierte en su libro de que muchos
adolescentes piensan a esa edad que ya no pueden cambiar.
—Sí, a esa edad ya han forjado la creencia de que «como
soy así ya no puedo cambiar», pero precisamente es el momento en el que pueden
cambiar y tienen que hacerlo. Y que pueden aprender a pensar mejor, aprender a
sentir mejor, aprender a tomar mejor las decisiones y ser más autónomos y por
lo tanto a desarrollar su personalidad. Es el momento de la personalidad.
—¿Cómo pueden ayudar unos padres que también piensan que esta época es
difícil?
—Los padres tienen tres grandes recursos: el cariño, la
exigencia (tienen que poner limites) y la comunicación, todo ello adaptado a
esta edad. No digo que esto último no sea complicado: Necesitan la conexión emocional
pero al mismo tiempo la rechazan. Pero una conversación no es someterle a un
interrogatorio. La conexión emocional se hace en primer lugar intentando
entender al adolescente y tomando en serio sus intereses y preocupaciones,
aunque a los adultos les parezcan absurdas. Son las de ellos. También tenemos
que trasladar las nuestras.
—¿Dónde cometen los padres el mayor error?
—El problema está en que estamos infantilizando la
adolescencia. Así lo afirman la mayor parte de los expertos de este momento.
Como tenemos miedo a su irresponsabilidad no les damos responsabilidades y a
los niños hay que dárselas. La adolescencia no es una etapa biológica, esa es
la pubertad. La adolescencia es una creación cultural estrictamente educativa
que sirve para permitir que los niños no entren en el mercado de trabajo y
tengan un periodo de aprendizaje más amplio. Pero es un periodo que debe ser
más riguroso ya que debe servir de adquisición de responsabilidades, de
autonomía... que es lo que pide esa edad. No podemos olvidarlo con el pretexto
de que son niños peligrosos. Pueden y deben tomar muchas decisiones.
—Su libro se titula «El talento de los adolescentes».
¿Dónde se busca, cómo se puede fomentar?
—El talento está en la perseverancia.
Todos los documentos del departamento de Educación de Estados Unidos y Canadá
ponen como destreza la perseverancia y la constancia como «skill» o aptitud
central. Y se puede educar en la perseverancia a todos los niveles educativos y
más aún en la adolescencia. Si no tienen perseverancia las demás aptitudes no
se desarrollan y resultan chicos vulnerables que inmediatamente se desfondan.
El esfuerzo es central para el desarrollo educativo, y pretender reducirlo es un problema y un freno para la excelencia.
El esfuerzo es necesario para adquirir
excelencia.
—¿Cómo motivar al adolescentes para que mejore?
—La clave está en elogiar el esfuerzo, explicándoselo
bien. A partir de la adolescencia podemos hacer poco por ellos, ya son los que
deciden si mejorar o no. Si quieren ser mediocres, vulgares, asustados de los
demás es su opción, pero hay procedimientos para que no sean nada de eso:
pueden entrenarse para la brillantez, la creatividad. En todos las actividades
humanas se puede mejorar. Y una vez que una persona siente la experiencia de la
mejora es tan agradable que quiere continuar. A los adolescentes tenemos que
explicarles cosas que resultan de cajón pero que hay que explicarlas, además, poniéndoles
la pelota en su campo.
—¿El talento, se aprende entonces?
—No hay genios, el talento se aprende. No hay talentos
innatos, hay capacidades innatas y esas capacidades se desarrollan o no se
desarrollan.
Hay que volver a marcar los límites conjuntamente sabiendo
que el chico tiene que aprender autonomía con responsabilidades. Si no cumplen
las condiciones, no hay excepciones. Sería algo así como que «esto lo habíamos
acordado, esto se acabó, y el contrato tiene que cumplirse».
Los grandes trabajos no son hechos
por la fuerza, sino por la perseverancia.
Samuel Johnson.