Por: Elena Sichrovsky
EL PREMIO A LA PERSEVERANCIA
«Eres más valiente
de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que
piensas». Palabras del personaje Christopher Robin de A. A. Milne
La primera vez que
oí esa frase me acordé de algo que acababa de leer sobre un joven tremendamente
dotado para el deporte. Con apenas diecinueve años, Rafael Nadal ya aspiraba a
ser campeón mundial de tenis. Corría el año 2005 y, habiendo ganado su primero
Grand Slam ese año y alcanzado el puesto nº 2 en el ranking de la ATP, parecía
listo para encumbrarse aún más en la escala del éxito.
Sin embargo, al
cabo de varias semanas de molestias en el pie izquierdo, los médicos
descubrieron que había nacido con una enfermedad poco común que le causaba
hinchazón en el pie y con frecuencia le producía dolores intensos. Aquello
amenazaba con truncar su carrera de un día para otro.
Ese inesperado
contratiempo destrozó las aspiraciones juveniles de Rafa. Sin poder caminar —y
mucho menos jugar al tenis— se sumió en una sombría espiral de depresión. Se
pasaba horas echado en un sofá con la mirada perdida, o sentado en el baño
llorando. Más tarde comentaría: «No me reía, no sonreía, no quería hablar.
Había perdido todo apetito por la vida».
En ese momento tuvo
que tomar una decisión trascendental: o se daba por vencido o seguía adelante.
Si optaba por la vía fácil, se perdería las recompensas que podía
depararle la senda de las dificultades. Decidió persistir y concentrarse en la victoria,
por más que se veía y sentía derrotado. No fue una decisión fácil: sufrió más
lesiones, y el pie continuó molestándolo. A pesar de todo, su determinación
rindió fruto: tres años más tarde llegó a ser el número uno del tenis mundial.
Hay momentos en que
la vida nos asesta un golpe duro. Nuestros sueños se ven truncados, perdemos
las esperanzas y nos sumimos en la desesperación. No obstante, aunque parezca
que todas las circunstancias apuntan al fracaso, podemos optar por vivir
victoriosamente y empeñarnos en aguantar un día más, una hora más, un minuto
más. Podemos atrevernos a hacer otro intento, así tengamos miedo de fallar.
Podemos tomar la decisión de amar una vez más aunque nos hayan lastimado, y de
ser generosos aunque nos hayan engañado. Un día también nosotros emergeremos de
la oscuridad de la noche para disfrutar de un esplendoroso amanecer.