Por: Mi Cumbre.
La perseverancia como virtud en tu formación como líder.
La
perseverancia como virtud y valor humano, significa
mantenerse firme y constante en la prosecución de objetivos, opiniones o
actitudes autopropuestas y empezadas, para poder llegar al final y obtener los
resultados previstos, que siempre llenan de satisfacción por alcanzarlos.
Empieza con la firme decisión de hacer algo, aunque no se tenga ganas de
hacerlo, ni placer en obtenerlo y continua mientras se hace hasta el
final.
La perseverancia está soportada y acompañada de las virtudes de:
Voluntad, disciplina, orden, constancia, persistencia, resistencia,
insistencia, entereza, tenacidad, empeño, tesón, obstinación, asiduidad,
persistencia, inteligencia práctica, etc. Incluso en los momentos más
difíciles, para así poder esperar a las oportunidades.
Los enemigos de la perseverancia son:
Pereza, abandono, negligencia, despreocupación, desidia, desinterés, dejadez,
titubeo, indeterminación, inconstancia, molicie o blandura, desaliento,
ausencia de metas claras etc. La terquedad, al obstinarse en no ceder o cambiar
la decisión, cuando lo razonable sea hacerlo.
Si no se practica la virtud de la perseverancia, será
muy difícil cumplir los objetivos propuestos, para cualquiera de las
actividades personales, económicas, sociales o profesionales, por mucho que se
hayan estudiado, programado y establecidos controles de seguimiento. Empezar a
circular por la avenida propuesta, ya es difícil, continuar en ella
manteniéndose hasta el final propuesto, es mucho más todavía. En esa avenida
suelen salir otros senderos, que parecen atajos muy tentadores, cuyo objetivo
es alejarnos de la avenida principal. Ahí es donde entra la práctica de la
virtud de la perseverancia y las otras virtudes que la soportan.
El verdadero problema para no perseverar, en
el cumplimiento de las metas elegidas, empieza cuando se asume que el problema
de perseverar, es de otros y para otras cosas, y no de uno.
La
perseverancia sirve para poder alcanzar las metas propuestas,
pese a las dificultades internas o externas, o a la disminución de la
motivación personal, que se vaya produciendo por el paso del tiempo. La
perseverancia se sustenta, en el esfuerzo del trabajo a base de una sólida
influencia sobre la voluntad, lo que lleva a tener un tesón continuo, para
vencer las dificultades internas y externas.
La perseverancia debe estar dirigida hacia un buen objetivo,
meta o tarea planeada, sea grande o pequeña, pues fortalece la voluntad, para
continuar y así poder alcanzarla. Requiere mucha firmeza, para prolongarla a
través del tiempo, pero robustece el cuerpo, la mente y el espíritu, contra los
impedimentos y dificultades, tanto internas como externas y ayuda a vencer los
defectos, para no flaquear en las decisiones diarias negativas.
Los padres deben inculcar en sus hijos, desde muy pequeños, y
poco a poco, las
virtudes del orden, del trabajo, de la constancia, de la voluntad y el
esfuerzo, para que vayan responsabilizándose de sus cosas, aunque sea en
conceptos simples, que les vayan permitiendo ejercerla. Más adelante, ya
adultos, la perseverancia será la virtud clave, de lo denominado el
mantenimiento de las cosas Todo buen mantenimiento, necesita imperiosamente de
la virtud de la perseverancia, incluso de lo cotidiano, que aunque aparente ser
poco importante, nunca lo es.
La perseverancia sustituye “el me gustaría” o el “podría hacer”
por el “puedo y lo hago”. El premio es la
satisfacción y el orgullo que da, el deber cumplido, al haber peleado contra
nuestra propia naturaleza, aún en las pequeñas cosas.
Todas las virtudes necesitan de la ayuda y complemento de la
perseverancia, sin la cual ninguna podría ser perfecta, ni siquiera
mantenerse mucho tiempo en la práctica. Pero también la perseverancia, tiene
que estar acompañada de otras virtudes y valores humanos, como la firmeza y la
constancia en el camino ya emprendido, para poder triunfar en los propósitos,
metas, objetivos, trabajos y resoluciones de ánimo, que nos hayamos propuesto,
pues es una virtud que ayuda a persistir en el ejercicio del bien, a pesar de
la molestia u obstáculo que su prolongación ocasione.