Por: Fátima Servián
Franco.
La motivación es la
clave para entender por qué los seres humanos nos mantenemos tenaces
persiguiendo ciertos logros que no dan ningún fruto a corto plazo. Es la condición
necesaria para llegar a lograr nuestras metas, para mejorarnos. Pero, ¿cómo
conseguir motivarnos? La motivación es, en síntesis, lo que hace que un
individuo actúe y se comporte de una determinada manera. Es un término genérico
que se aplica a una amplia serie de impulsos, deseos, necesidades y anhelos.
La mayoría de
autores suelen distinguir entre dos tipos principales de motivación: la
intrínseca y la extrínseca. La conducta intrínsecamente motivada tiene como
objetivo el interés personal en realizarla.
La motivación
extrínseca otorga un papel preponderante a aquellos motivadores de la conducta
que provienen del exterior y que no habitualmente no son correlativos de manera
natural a la conducta que premian. Por lo tanto, la motivación intrínseca es la
que nos guía. Además, en este tipo de motivación, la recompensa es inmanente a
la propia acción, al propio disfrute de la misma.
En la sociedad
occidental actual vivimos en un constante devenir de circunstancias externas
que, muchas veces, nos sumergen en la inercia. El camino de la inercia nos hace
dejar llevarnos por las circunstancias y así acabamos actuando de una manera
deshumanizada. Vivir sin motivación nos hace entrar en un mundo que nos vuelve
mecánicos y donde nos olvidamos de nosotros mismos y de nuestras verdaderas
motivaciones.