lunes, 21 de agosto de 2023

La disciplina y el liderazgo del 'crack'

Por: José Darío Uribe

El primer gran impacto internacional de James comenzó en la segunda mitad del 2010.

La primera vez que oí hablar de James Rodríguez fue cuando empezó a jugar en Banfield, a comienzos del 2008, y los narradores de fútbol lo llamaban ‘Yeims’. Mi hijo Andrés seguía al modesto equipo argentino porque años antes lo habíamos visto jugar contra Boca Juniors en La Bombonera, y yo lo recordaba cariñosamente porque su uniforme tiene los mismos colores de mi equipo de fútbol del alma. Cuando Andrés me mostraba las jugadas de James, yo le hacía el mismo chiste siempre: “¿Está jugando en Nacional? ¡Por qué no me había dicho antes!”.

El primer gran impacto internacional de James comenzó en la segunda mitad del 2010, cuando lo contrató el Porto de Portugal. Casi todas las semanas escuchaba “¡gol de Falcao, por pase de James!”, y mi hijo se encargaba de que viera sus jugadas geniales. Siempre eran pases extraordinarios, centros perfectos y tiros precisos desde fuera del área. Su dimensión mundial la alcanzó este año en la Selección. En ella nos puso a soñar a todos los colombianos, desde aquel primer partido en La Paz, donde corrió a más de 3.000 metros de altura como el chasqui más entrenado, hasta los seis espectaculares goles en la Copa del Mundo de Brasil.

Pero ¿qué ha hecho que James sea un jugador excepcional y de talla mundial? No es solo su natural zurda prodigiosa. James sobresale en los momentos más difíciles, se hace más grande y decisivo cuando las cosas no parecen funcionar bien, se adapta a las necesidades del equipo, coordina a sus compañeros en busca de un mejor desempeño y logra un equilibro en su juego y en su vida. Nació con inmenso talento, sin duda, pero sus excepcionales condiciones se explican por mucho más que eso. Desde muy niño, él y su familia se enfocaron en desarrollar su potencial, con constancia, esfuerzo y perseverancia, y miró el mundo. A medida que juega y entrena más minutos y compite en las ligas más exigentes del planeta, su carácter y disciplina se han fortalecido, su eficiencia ha mejorado, su capacidad de adaptación ha crecido y su juego se ha renovado. Y como líder que inspira con sus ganas y empuje, en un deporte donde el equipo es fundamental, James es un buen ejemplo de la combinación mágica entre cooperación y competencia.

Todos estos ingredientes –jugar globalmente, “aprender haciendo”, acumular capital humano, competir y cooperar– están en la base del éxito de James David Rodríguez y de las sociedades en general.